De Estados Unidos
EL HOMBRE DE SAL
¡Y sin embargo,
existes todavía!
Escriben de ti, no tienes nombre;
Tu cuerpo desgarbado es exhibido como emblema
de un destino marcado de antemano.
Yaces entonces en tu tumba
de sal,
como cardo inanimado
que mañana,
será el motivo central
de magro óleo
en la entrada soberbia
de una galería.
¡Y sin embargo,
existes todavía!
Tu voz, si es que
tuviste, no la escucha nadie.
Te has vuelto
reminiscencias de un eco que se extingue;
No hay coro que recoja
tus tragedias ni tus hambres,
ni tus días de sequía
labrados en la cara enjuta donde habitas.
Eres como escama
convertida en trazo de oropel;
Sólo te queda tu
postura estoica,
callada, serena,
retando al que te admira.
¡Y sin embargo,
existes todavía!
De nada sirvieron tus
llagas purulentas.
De nada sirvieron tus
pies ensangrentados,
tus exangües brazos
lacerados en sus venas muertas.
¿De qué sirvieron los
miles de poemas
que fingieron
conocerte en tu verdad eterna?
Los cretinos que
lloraban por ti, tienen los ojos
brillando, admirando a
algún poeta.
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