sábado, 1 de febrero de 2014

DEBRA RIDDLETON





De Estados Unidos

EL HOMBRE DE SAL

¡Y sin embargo, existes todavía!
Escriben de ti, no tienes nombre;
Tu cuerpo desgarbado es exhibido como emblema
de un destino marcado de antemano.
Yaces entonces en tu tumba de sal,
como cardo inanimado que mañana,
será el motivo central de magro óleo
en la entrada soberbia de una galería.

¡Y sin embargo, existes todavía!
Tu voz, si es que tuviste, no la escucha nadie.
Te has vuelto reminiscencias de un eco que se extingue;
No hay coro que recoja tus tragedias ni tus hambres,
ni tus días de sequía labrados en la cara enjuta donde habitas.
Eres como escama convertida en trazo de oropel;
Sólo te queda tu postura estoica,
callada, serena, retando al que te admira.

¡Y sin embargo, existes todavía!
De nada sirvieron tus llagas purulentas.
De nada sirvieron tus pies ensangrentados,
tus exangües brazos lacerados en sus venas muertas.
¿De qué sirvieron los miles de poemas
que fingieron conocerte en tu verdad eterna?
Los cretinos que lloraban por ti, tienen los ojos
brillando, admirando a algún poeta.


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