De Galati, Rumania
Reside en España
Entre la lujuria y la pasión que habíamos ido acumulando después de tanto
tiempo acabamos en una habitación de un hotel viejo y cutre, pero la necesidad
hizo que todo nos diera igual. Nos desvestimos rápidamente, como si el
recepcionista nos hubiera dicho, tenéis solo cinco minutos.
Al verla desnuda mis ojos quedaron atrapados, era preciosa, su cuerpo era un
pastel y yo estaba a punto de
comerlo. Desde la cama me lanzó una mirada llena de deseo, parece que me estaba diciendo “Aquí te espero”.
No tardé ni un segundo en acercarme, empecé a tocarla, acariciarla, y besarla por todo el cuerpo. Su piel
era tan suave, que me deslice y acabé perdido entre sus
largas piernas, donde encontré una pequeña cueva. Mi
lengua esta vez no se pudo resistir y atrevida como nunca, se dejó caer en la
profundidad. Con suaves lametazos iba acariciando el clítoris, tanto que noté
como crecía con cada movimiento.
Durante un tiempo estuve explorando el cuerpo de Leyla y en cuando decidí que
había besado y acariciado cada uno de los rincones, la empecé a penetrar hasta
que sus gritos de pasión se convirtieron en silencio.
Stefan de Aragón
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