lunes, 1 de diciembre de 2014

MARÍA MARTA LIÉBANA



De Argentina 
CARTERA DE MUJER 
Poema-Relato

La llevamos con orgullo colgadas al hombro, quién no?
Sacamos a relucir la que hace juego con el zapato, con la ropa ó con la pintura de labios.
Su textura, la que más nos gusta. Su tamaño, el necesario.
La que brilla, para la noche; la de cuero para el trabajo y la de mimbre para la playa o las tardes en la plaza
Ah, eso sí. Que nunca nos falte una.
Si hasta parece que fuera una prenda más, sin ella es como estar semidesnuda!
La cartera es parte de nuestra idiosincrasia, de nuestra vida.
Refleja nuestro ser interior y exterior.
Oculta nuestras preocupaciones y nuestros temores.
Sin ella es como sentirse al borde del abismo!
Ha sido nuestro timón de vuelo en la primera cita.
Ella es como medio placard que camina con nosotras, dentro llevamos las pinturas de labios y de uñas; las lapiceras; el pañuelo para el cuello y los pañuelos descartables que son como el comodín de la cuestión: para el resfriado, para quitar el excedente de pintura ó limpiar el café que se ha derramado en el trabajo.
Y no sólo de maquillaje hablamos.
También en ella llevamos las boletas que aún no pagamos; las fotos de los hijos; la foto carnet del marido; la agenda y hasta un pedazo de chocolate mordisqueado que hemos dejado (para no engordar).
El perfume? Si. Y las muestras, también.
Sorpresa la nuestra cuando alguno se destapa y se derrama en ella.
Se manchan las facturas; los pañuelos y las fotos!!!
Nada que no se resuelva.
Sacar todo, darla vuelta desde adentro y dejarla colgada hasta que seca.
Papeles… de toda índole.
El teléfono del cerrajero; la factura de la heladera; la notificación de la escuela; los boletos de colectivo, el papel del caramelo cuando no tuvimos cerca un cesto; la carta que nos escribió un amigo lejano y hasta el poema que comenzamos en la mesa de algún bar.
Gomitas para el cabello; hebillas; botones, la aguja y el hilo por si se rasga el ruedo; la cintita de la torta del casamiento de la semana pasada; el cable usb y el osito de peluche que se desprendió del parabrisas del auto, todo en uniforme bollo indescifrable.
Un compartimiento oculto?
Cuánto sino mejor para esconder algún apósito; una tanga o el dinero que no queremos gastar.
Su andar acompasado a nuestro ritmo.
Su peso, relativo.
Su costo, el de nuestro presupuesto y un poco más.
Ella es universo propio dentro de nuestro universo.
Cambiar de cartera es un oficio sin paga.
Comenzar a separar lo que vamos a ocupar de lo que ni remotamente sabíamos que existía.
El ticket de las compras; la lima de las uñas; el CD de nuestra amiga; lapiceras viejas y una goma de borrar.
Pastillas anticonceptivas; unas pantys rotas y las aspirinetas.
La receta del cardiólogo y las tarjetas del carpintero, del abogado y del herrero.
La revista de tejido del mes de mayo y hasta el sobrecito de la mayo!!!
Un souvenir del último viaje, que me trajo algún recuerdo.
Monedas; los auriculares; el celular y las llaves.
Ah!! Las llaves que no encontraba. Ahí estaban batiéndose en desafío, como si nos dijera… siempre estuve aquí.
La vieja cartera que me mira de reojo, que se encoge de hombros y me reclama el abandono.
Reemplazarla no es fácil.
Nunca la queremos del todo descartar.
La nueva que viene a reemplazar una moda; los colores de temporada, quizá; el espacio mayor del que dispone.
Buscarla tampoco fue fácil.
Recorremos días enteros las peatonales o los shopping hasta que se nos encogen los talones.
Miramos las vidrieras hasta que la vista arda.
Preguntar el precio; comparar; ah…
y que esa no la haya comprado alguna de mis conocidas.
Tener una exclusiva.
La cartera es nuestra esencia de mujer.
En ella reflejamos nuestros sentimientos más nobles.
La sufrida nos soporta como si fuera el último de los enamorados.
Nos destaca la presencia y nos acompaña en las ausencias.
Una gran amiga y confidente.
El paño de lágrimas en la tristeza; la que corre por el medio de la calle; la que nos ofrece un cigarrillo de desahogo.
La que vibra con nosotros cuando nos llaman por teléfono; la que esconde nuestros sinsabores y desconciertos.
La que siempre estará y, a nuestro lado, morirá.

María Marta Liébana
Derechos Reservados de autor

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