CLAUDIA SCHUARDT

De Banfield-Buenos Aires, Argentina

ENFRENTÁNDOME A MI PROPIA MEDIOCRIDAD

Hoy me miré al espejo y vi lo de siempre: mujer de más de cuarenta, esposa, madre de tres hijos, despertándose temprano para llevar a sus hijos a la escuela, salir corriendo a trabajar, con la certeza nuevamente de llegar tarde. ¿Tarde adónde? Al lugar donde hace casi veinte años transcurro, sabiendo que no hay reconocimiento ni valoración.

Hoy me miré al espejo y vi mis canas, símbolo de experiencia. ¿Cuál? La de sentarme detrás de un escritorio viendo cómo pasa la vida sin que realmente haya hecho nada demasiado importante como para merecerla.

Hoy me veo y miro a mis hijos, mi orgullo, mi pasión. Me veo acompañándolos en cada etapa de sus vidas, viéndolos crecer, enseñándoles inevitablemente a extender sus alas y a buscar la felicidad. Pero, ¿soy un ejemplo para ellos, resignando mis ganas de crear, de luchar, de ser cada día mejor por una cierta seguridad económica?

Hoy me sentí gris. De ese gris triste como el de los días de invierno, donde el sol parece inalcanzable. Hoy me enfrenté a mi propia mediocridad.

Hoy no me alcanzan los abrazos de Jorge, ni las risas de mis hijos, ni las palabras de los amigos. Hoy la tristeza es infinita. Hoy me sentí sólo un grano de arena en el mar, sin más voluntad que la de dejarse llevar por la corriente extraña, fría y cruel.

Soy nada. Soy nadie. Soy todo lo que no quise ser...

Claudia Schuardt